[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


10 abril 2009

El anti-cid.

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Brisa, friza. Abre, cierra, camina. Se acerca, toca el timbre, se apoya contra la puerta. Se saca el chicle de la boca. Ella baja, taco y taco, escalón por escalón. Toda la escalera. Iluminada por una bombita de cuarenta parece más joven, quizás más bella. Sonriendo sale. Él la toma de la mano. Pisan y levantan, vuelven a pisar. Avanzan así tres cuadras. Ella plantea una canción, cantandola bajito y entre dientes. Él devuelve la gentileza, garganta de lata, desafinando con honor. Se saca el pelo de la cara, se seca el sudor. Ella se acerca a su mirada. Él sostiene que sólo lo busca por difícil, por esquivo. Ella suspira sobre su boca. Él se retira, le entra a un chicle y retoma la canción. Le cuesta decidir si ella le gusta. Bajo la luna y las estrellas ella parece más morocha, más pecosa. Él le sugiere que regresen, que es tarde. Ella se ofusca, bufa. Comienza a recitar al campeador. Él se estremece, tamaña demostración. La deja en la puerta. Y ella taco y taco, vuelve por donde antes bajó. Él retrocede, hace seis pasos. Abre, cierra y arranca. Desde donde no pasa nada, hasta donde nunca pasó.

1 comentario:

Adriana Fernandez dijo...

muy bueno. Me encantó!!