[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


01 septiembre 2014

Reflexión

Cuando me asomé al espejo vi la lágrima negra de rimel que se arrastraba lento por mi cara.
Me vi, insulsa y tan sola. Me vi llorando y, sin saber por qué, me acerqué aún más a mi reflejo para besarme la mejilla salada. Me acerqué tanto; tanto!
Cerca del beso y la sal de mi lágrima, sentí bronca. Quizás porque el reflejo siempre había sido menos real que yo. Quizás porque al final de cuentas no era ni más ni menos que la reflexión de mi propio rimel. Con bronca me besé la mejilla, con bronca, y clavé los dientes. Y mordí la lágrima con furia sin soltar hasta sentir el metálico sabor a sangre. Ni más ni menos que mi propio sabor a metal, sangriento y frío.