[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


18 marzo 2010

tanguita de serpiente

Pícara. Sonríe mientras se cierran las puertas recortándole los pómulos hasta hacerla desaparecer.
Así, él se queda con la imagen de sus ojos contorneados por sus cejas, enmarcadas por su flequillo y coronados por una boca pintada de nada con brillos. Y esa boca sonrío, justo cuando él miró, antes de que ella desapareciera viajando hacia arriba; entre el 14 y el 21.
*
Quedó sonriendo aún cuando ya podía verse entera reflejada contra el acero inoxidable del ascensor herméticamente cerrado, subiendo. Quedó pensándose perdida entre siete pisos llenos de gente, ninguno parecido. “Nadie como yo”. Y él buscando esa mirada de cristal, como si fuesen sus ojos los piecitos de la Cenicienta, haciéndole frente a cualquier flequillo con tal de encontrarse con ella.
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Cuando llega a la mañana, entra alternando molinetes. Los molinetes son los pétalos de la margarita.  Él deshoja molinetes a las nueve menos diez. Y se queda con su “rigor mortis de nerviums” de espaldas a ella, que está siempre por llegar. Y nunca respira muy hondo, no la quiere imaginar con el olfato. Tampoco entra primero, siempre las deja pasar. Quisiera darse cuenta que es ella, de espaldas él, viéndole la espalda a ella. Como si fuese el alma contra el alma.
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Todas las seis menos cuarto de la tarde son de palpitaciones y transpiración controlada. Son hormonales momentos de practicar caídas de ojos y suspiros. Y las menos cinco tiemblan esperando la flecha roja. Es la única que sólo toma un ascensor para ascender y el inmediato siguiente a la derecha sólo para descender. Las chances son de 1 en 3. Como deshojando margaritas.
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Alarma
Ambulancias. Bomberos. Policía.
No es un simulacro. Es un incendio.
Ella se encarga de sostener la puerta de su piso 13+N, mientras el baja con todos sus compañeros de piso hasta la planta baja. Ella ya bajó, pensó. Ella pensó que él estaría bajando. Ella no bajaba, tenía que esperar la órden. Él ordenaba papelitos en su mano, de espaldas, sin siquiera respirar. Ella ya no podía respirar, esperaba órdenes que no llegaban. En la mano papelitos, deshojados molinetes. Ascensores que sólo titilan. Todos los “nada” se encienden en verde. Ella no tiene cómo, su piso x está en llamas. Él se incendia de temor. Todos los “nada” están abiertos en el 21. Y él con tantas ganas de saltar hacia la nada. Ella ya está allá. Rigor, asfixia, de espaldas.

16 marzo 2010

Amante de casa

Me encanta la buena comida. Me encanta cocinar, con una copa de vino y buena música de fondo una rica cena. Odio lavar los platos, mucho. Mucho más aún, odio lavar sartenes y cucharas de madera pegoteadas. Odio lavar copas teñidas de bordeaux, odio el lápiz de labio en la copa!
Me encanta dormir en sábanas limpias, perfumadas, estiradas, prolijas. Camas con acolchados prolijos, estirados, perfumados y limpios. Amo dormir. Odio poner el lavarropas y mucho más odio sacar y tender sábanas! Me revienta planchar sábanas!
Me encanta caminar descalza, amo caminar descalza por la casa. Odio pisar polvo, odio barrer. Odio pasar el trapo, odio el balde, el secador de piso, odio los cinco kilos que pesa el Poet lleno. Odio encerar, odio lustrar!!
Me encanta abrir mi placard y elegir qué vestir. Odio doblar y guardar ropa, odio levantar del suelo y poner para lavar. Odio descolgar de la soga, odio la soga! Odio todos los programas, del uno al doce, del lavarropas automático de última generación!
Me gusta muchísimo el olor a frutas y chocolate en el baño. Me encanta mirarme en el espejo enorme y maquillarme, bañarme con mucho vapor y secarme con un pie sobre la tapa del inodoro. Sacudirme el pelo y ponerme crema para peinar. Odio despegar pasta de dientes de la pileta de manos, odio las burbujas de dentífrico contra el espejo, el sarro del inodoro, los pelos en la rejilla de la ducha, los hongos de la cortina de baño, el cif, el odex y el glade canasta líquida!
Odio los pelos de barba atrás del vaso de los cepillos de dientes, el jabón chorreado y derretido que se patina por todo el baño mientras yo odio, y odio mucho, limpiar el bidet.
Me encanta mi casa, amo llegar a mi casa y sentir el olor limpito y pulcro de los viernes. El sillón gordito y sacudido, la mesa reluciente con su vidrio Mistermusculeado impecable, los pisos alimonados, los cuartos lustrosos, las camas de fotografía cinco estrellas. Amo la heladera con olor a manzana, el microondas para verse los dientes contra la puerta, el baño radiante, el espejo del alma...impecable.
Amo amar mi casa, odio limpiarla. Amo a Raquel, mi ama de casa!

13 marzo 2010

foto síntesis.

Marsalis. La luz roja.
Me sangra la boca. Me sangra y me sale espuma por los ojos. Y reviso papeles buscando la cura.
Me prometiste y no cumpliste. Ahora quisiera una indemnización.
Estoy manchando cartas y fotos con espuma colorada. Ojalá pudiera estropear tanto esos recuerdos hasta hacerlos una pasta inservible de celulosa y gelatina.
Estoy fotosensible. Estoy ultrasensible. Estoy sangrando por los ojos y me salen recuerdos por la boca. Digo en voz alta que te amo y que ya no. Digo que me estropeaste los recuerdos y lo digo tan fuerte que me doy cuenta que no. Digo tanto que mancho todo, los papeles con sangre y el pasado con odio.
Marsalis, cortala! Marsalis me corta con su sonido y me sangran ahora, también, los oídos. Es que detrás del saxo se oyen tus gritos. Guturales sonidos que me lastiman el ego.
Mujer, quizás no te habría dado semejante momento ni lugar si tu puñal no hubiese sido tan filoso, sino hubiese estado tan oxidado. Si al mirarme mientras me alejaba no te hubieses sonreído.