[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


13 diciembre 2010

Terapia

Ni sé cómo explicarte todo lo que me pasa… quizás por eso, un poco también porque sé que hablar de ciertas cosas termina siempre en más dolor, y porque necesito sacármelo de adentro sin pausas, elijo siempre escribirlo.
Te envidio y no es una ironía. Te envidio la mayor parte del tiempo. No sos complejo, ni turbio, ni enroscado. No sos inseguro, no sos temeroso, no tenés fantasmas ni algo que te atormente. Podés solo. Podés solo. Podes. No encuentro nada que te detenga.  No te conozco debilidades, ni necesidades, ni dependencias. Podés sin mí, sin tus ex, sin tu viejo o tu mamá. No necesitás a tu vieja, tu hermana, ni a nadie de tu familia. Podés también sin tus amigos. Podés en el laburo, con la guita, con la casa, el auto, los nenes, conmigo mal, con gente en contra o a favor. Podés. Te veo y entiendo que siempre podés. No tenés dudas, sabés elegir, evaluás y asumís el riesgo. Nunca te repochás, no te escucho lamentarte por nada. No te arrepentís. No siento que haya cosas que te duelan. Al menos no de esas cosas que duelen para siempre, de las que se llevan como una herida crónica. Como si de todo lograras reponerte.
Sé que tenés muchos gustos bien marcados, placeres, sentimientos fuertes de amor o pasión. Eso no lo dudo. Pero también pareciera como si, desapareciendo esas cosas, fueses a adaptarte sin pausa. Para no sufrir, no? No te siento sufrir. No así, como yo casi todo el tiempo. Obvio, porque soy una mina practicante del sufrimiento diario. Está claro que muchas veces busco ir a meterme donde no hace falta para padecer. Es una mezcla de lo que aprendí más todo lo que llevo adentro.
Esto, lejos de ser una queja, es una observación. No me había dado cuenta lo fuerte que sos, probablemente, hasta hoy. Y aunque eso debería darme mucha seguridad, la sensación de protección que necesito, me acerca más a todas mis miserias.
Realmente tengo todo eso que vos pareciera que ni siquiera conocés. Me pregunto mil y una veces si hago bien, me lamento siempre por lo que no hice, me retuerzo en los errores del pasado, lloro por cosas que no tienen remedio. Demoro soluciones, dudo de mis pasos. Cargo dolores de nunca, de siempre, de para toda la vida. Me torturo insistentemente, me detesto, no me soporto. No me quiero. Eso quizás sea evidente, pero no me quiero de verdad. Nunca. “Yo sin”… no soy nada. Yo no soy nada por algo propio, todo lo que soy está relacionado con lo que tomo de los demás. Me sobrevivo por mis hijos, saco fuerzas de tu ejemplo, me sobrepongo sólo por romper con mis viejos. Yo no soy brillante, ni tenue siquiera. No soy constante,  no tengo luz propia. No soy especial, ni una maravilla. Ni siquiera reposo en la mediocridad. Tengo una cita permanente en mi cabeza con el castigo, la muerte, el abandono.
Soy dependiente. Soy una eterna necesitada. Soy vueltera, soy cagona. Eso ya te lo había dicho. Porque asumo los riesgos, pero después igual me cargo de dolor insoportable y reproches. Valoro poco todo, de valorarme tan poco a mí.
No quiero perderte, no quiero alejarte, expulsarte. No quiero tu ausencia. Me duele el frío, la cama grande, la casa, el parque. Todo me duele cuando me asusto. Me siento sola. No es culpa de nadie. Me siento siempre sola y tiene que ver conmigo, con la soledad del que sin el resto es un ser vacío.
Me queda muy claro, ahora. Para poder mantenerme al lado tuyo tengo que cambiar. El contraste entre lo tuyo y lo mío es muy grande, me apabulla. Más me achico. No sé si realmente es lo que quiero, porque cambiar me lo imagino helado. Pero eso es de extremista, porque también soy extremista. Me lo imagino como yo vivo tu entereza. Pero de todos modos, tendría que cambiar. Es evidente.
Qué ibas a contestarme? Si es un espacio desconocido… Y yo, insistiendo, intentado tocarte algún punto débil. No tengo manera de tocarte. No me siento más que absolutamente prescindible, sobre todo cuando digo: me siento mal. Y vos no sabés que decir. Es que no te hacen falta nunca mis pobres cosas para seguir respirando, cómo te explico que mal se siente estar conmigo?
Disculpame, es egoísta este acto de vomitar palabras. Necesitaba decirlo.

2 comentarios:

Adriana Fernandez dijo...

No es egoísta. Es humano.
Seguimos en la próxima, si?

Mr. Kint dijo...

No sea tan cruel con usted, quiere. Pocos pueden expulsar palabras de esta manera. Le mando un beso.

Saludos