El otoño nos trae hojas secas que se caen de los libros, amarillentas y crujientes.
Caminás arrastrando los pies; el piso de cemento está húmedo y mohoso. Ya no me mirás cuando hablás y, entonces, me cuesta entender qué decís cuando decís. Me hablabas? Me estabas mirando cuando yo me secaba las lágrimas? Parecía que me mirabas...
A veces creo que te reís cuando yo no estoy. Que, si yo no te veo, vos sos feliz.
El otoño nos trae un cierto abrigo, un respiro, un suspiro y un dolor. Vos, que ya no sos vos hace rato, y yo, que ya no sé quién soy ni para qué he venido, nunca nos dimos la mano para caminar ni nos besamos antes de dormir.
Disculpame, hacia dónde estamos yendo? Quisiera poder preguntarte pero yo ya no te hablo cuando te miro y, quizás, me cuesta comprender. Sospecho que no hay rumbo; es que ya no hay plan.
Que ahora sea lo que deba ser...