[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


25 octubre 2015

Voy caminando por un pasillo lleno de puertas cerradas. Las puertas no son todas iguales. Las hay prolijas, rotas, rojas, negras, blindadas, de madera, de metal, transparentes, abandonadas... 
Llevo meses, años, caminando por este corredor quién sabe hacia dónde. Por momentos sospecho que pueda ser circular, otras veces creo que es sólo un sueño.
Por debajo de una de las puertas, una puerta pintarrajeada y llena de grafitis inconclusos, que tiene stickers a medio arrancar y algunos golpes, se filtra humo. Sale olor a quemado. Algo ahí adentro está ardiendo pero el aroma es tentador, la madera que se quema parece ser buena.
Me freno atraída por ese humo denso y levemente tóxico y llevo la mano al picaporte. Quema y retiro la mano violentamente. Me sorprende conservar algún tipo de sensibilidad frente al dolor. Insisto pero vuelvo a quemarme y veo cómo se forman ampollas sobre las yemas de mis dedos y la palma de mi mano. Doy dos pasos hacia atrás, tomo impulso y pego una patada directo al centro de la puerta. Ofrece resistencia pero se destraba la cerradura. El incendio es infernal. Las llamas tocan el techo y, exceptuando éstas, todo es negrura y oscuridad.
Yo me desnudo por completo y me suelto el pelo parada aún en el pasillo, sonrío y me decido a entrar.

No hay comentarios: