Se termina la botella y a esta altura creo que beber me ha despojado de tantos miedos que tengo que hablarte. Y como no te encuentro, lo hago al aire. Guitarras rasgan mis vestiduras y taconeos baten mi pecho con furia.
Sé que esto está complicado, lo sé, no soy tarado. Sé que si quieres te esfumas como llegaste y desapareces dejando sólo espuma. También que no es eso lo que quieres pues cada noche te siento venir hacia mi. Sí, hacia mi vienes. Esos son los momentos en los que apoyamos de a poco sobre el barro los cimientos y construimos lentamente algo tan nuestro.
Esto es tan reciente que de un soplo el lobo podría volarnos los sueños; yo ya lo he vivido, quedar sin nada en medio del desierto. Mas no puedo imaginar otra cosa que conquistar tus puertos, anclar, y bajar en tus bares a enamorarme de tu pueblo.
Podemos ignorarnos por el resto de los años y olvidar que despertamos al mirarnos. No arriesgarnos a hacernos daño. Podemos esquivar los corazones, olvidar que respiramos al hablarnos, y sostener dos o tres prudentes razones.
Seguramente huyas, mujer, escapando de la aventura. Y yo, varón, sólo pienso en tu cintura. Quedaría atrapado en tus encantos, como marinero atado al mastil por no enloquecer con tu canto.
Bebo lo que queda en mi vaso, medio vacío y medio lleno, y ruego que me trague el hastío antes de con tan poco sentirme pleno.
1 comentario:
Qué lindo que escribís... pero no encontré a Klingsor... No sos Kamala?
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