[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


12 agosto 2009

quiromancia

No te miro y, si no te miro, no existís.
Camino, camino, me siento, me paro, me voy, duermo y vuelvo. Y no existís.
Parpadeo, me tropiezo. Entonces levanto la vista y ahí estás. Pareces estar sonriendo, pero me esquivaste a último momento y no recuerdo si tenés ojos marrones o verde oscuro.  La sonrisa se hizo hueca y la carcajada sorda retumba en mi mente. Vuelvo a parpadear, me siento, hablo por teléfono. Estás, no existías. Ahora parpadeas.
Corto, te miro, no me ves. Parecía que me mirabas. No entendí si de nuevo te reías. Me miraste?
Camino, voy, vuelvo. Pero no puedo descifrar si son marrones. Ah, qué buen pelo.
No me acuerdo cómo te llamás. Me lo habían dicho pero no me acuerdo y ahora no da preguntar. Además si pregunto, me van a preguntar.
No te miro, nunca más. Si no te miro vas a dejar de existir. Como casi todo lo que uno desea con fuerza, esto tampoco se cumple.
Y ahora qué hago? No puedo evitar mirarte de reojo cada vez que, de reojo, veo que no me mirás. En realidad no podría afirmar que me hayas estado mirando. Me miraste?
Me miraste cuando me hiciste tropezar. Y sonreíste. Era hermosa tu sonrisa. No sé porque no puedo dejar de imaginarme que me volvés a sonreír y yo descubro finalmente que verde oscuro no era y que tenés una sonrisa que encandila.
Me paro, como, vuelvo. Entonces hago silencio porque hablás y quiero escucharte aunque a mi no me dirijas la palabra.
Qué torpeza haberme tropezado. Y yo que quería disfrutar de mi ceguera, no verte, no dejarte sonreír.
Ahora no duermo pensando en el color de tus ojos, en morir en tu sonrisa.
Ay, moviste las manos, te corriste el pelo y el dolor de tus ojos, digo, el color de tus manos, ntch... el color de tus ojos es marrón, pero en tus manos algo me dice que otra vez voy a sufrir. Voy a volver a sufrir, en tus manos.