[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


06 octubre 2009

trastorno nihilista compulsivo

No creo en Dios; no creo ni en la Vírgen ni en los Santos. No creo en el espíritu, ni en el alma. No creo en la psicología, no creo en el psicoanálisis. Ni creo en la medicina alternativa, el reiki o el shiatsu. No creo en las brujas, las brujerías o los “trabajitos“. No creo en el empacho, el mal de ojos ni en el cuerito.
No creo en Papá Noel, los Reyes o el Ratón Perez. No creo, en nada.

Entonces al levantarme piso fuerte, con el derecho. Y contando sólo los pasos impares, camino hacia la ducha y abro la caliente con la izquierda pero regulo con fría, obviamente, con la derecha.
35 veces me froto el pelo, en dos tandas con shampoo y una con enjuague.
Si pierdo el colectivo, al llegar a la parada, enciendo un cigarrillo para que venga otro pronto. Si me cruzo con un rengo, me toco una teta. Si pienso en algo feo, sacudo la cabeza para los costados. Despejo el pensamiento con dos chasquidos de dedos. No tiro la tuca. Me toco el codo cuando me pica la nariz para no pelearme conmigo misma. Aprieto fuerte el celular cuando la red anda lenta para que el mensaje salga pronto, entero y llegue a destino. Acomodo a los Beatles en orden de aparición. Los billetes miran todos al mismo lado.
El paquete de la yerba se rompe en cuatro, tres veces. Las puertas de los placares cierran todas o no duerme nadie. La primer luz que se enciende es la de la mesada. Nunca olvido de no pedir deseos cuando pasa el tren porque no creo en eso. 

No creo, en nada.

2 comentarios:

Laleft dijo...

Buenísimo.

Adriana Fernandez dijo...

Excelente... Pero sabés qué? No te creo.