Estamos en mi casa; es mi casa pero hay una reunión con mucha gente.
Estoy sentada al lado de Nico y, al lado de él, Pancho. Yo le digo algo a Fran: re bieeeen! y pregunto: y vos cómo andás?
A Nico parece incomodarle la pregunta, él cree que estoy preguntando algo que está más que claro que le arde, que le duele. Me mira, con esa cara que sólo él puede poner y dice lo que recuerdo como un "justo eso vas a preguntar?". Me da bronca, me da bronca que no entienda que fue sin querer. Lo agarro del pelo y de las manos (y en esa posición yo puedo sostenerlo sólo en sueños) y lo golpeo contra una pared, o una puerta. Lo golpeo y le grito, y sigo golpeándolo mientras se va achicando, de tamaño y de edad, y mis gritos se oyen lentos y bajos en revoluciones. Se patina la cinta, se me está quedando sin pilas el walkman, parece. Y se achica hasta quedarme en las manos algo parecido a un bebé, pero es él y no me responde más.
Y mi mamá se acerca y me lo saca de las manos en un llanto de dolor que le conozco. Y levanta una de sus manos, chiquitas, en un gesto de tristeza y resignación. Me muestra que la mano no reacciona.
Con eso me afirma que lo maté. Yo lo maté.