[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


17 agosto 2014

China

Déjese, mujer.
Déjese mirar durante horas; esos minutos interminables entre parpadeo y parpadeo. Déjese ver con sus sonrisas tensas y las manos temblorosas. Déjese un buen rato, bella. Déjese ver como una dama, terca y distante, como una verdadera lejanía inalcanzable.
Déjese pensar desnuda, mientras vestida lo único que sobre sea su ropa. Déjese imaginar más dócil y entregada; más suave, más convencida de dejarse llevar. Déjese llevar, señora. Señorita. Déjese llamar por su nombre, no se me esconda en cosas raras. Déjese.
Déjese acorralar en el debate sobre arte; entre copa y copa, déjese servir un otro trago. Déjese mirar a los ojos, a la boca, a los dolores hacia adentro.
Déjese y lento un índice que le señale las pestañas bajará sobre sus pómulos callándole los miedos.
Déjese acariciar la frente con mis labios que por la piel vendrán subiéndole mis manos, dejándose de lado las excusas que tenía preparadas para hoy. Déjese que yo la llevo, la recorro, la pierdo un rato en la ciudad del desenfreno.
Déjese y yo, mañana o cuando quiera -cuando realmente lo desee-, la acompaño nuevamente a sus murallas, a sus fingidas sobriedades de decencia, a su inexplicablemente adormecida manera de gozar.

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