[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


10 junio 2015

Común denominador

Me pregunta: "Tenés alguna historia complicada? Estás en alguna así, de esas que no podés soltar?" y yo le cuento un poco de Flor. Le hablo de lo bien que la pasábamos, de los cien días con noventa y nueve noches, la fiesta y la abrupta despedida. Trato de minimizarlo, como si no encajase en una respuesta a su pregunta y a la vez queda claro que de ahí yo todavía no salí.

La miro sabiendo que deseo estar entrando en la mujer que me haga terminar con el pasado. Lo deseo, un poco lo presiento. Es bella, no una hermosura impecable sino de esas más accesibles. Pero tiene en la mirada algo que me llama y me arrastra hacia su interior. Es, además de atractiva, interesante. La manera de tratarme, de enredarse conmigo y con mi mundo. Sus cosas, su casa, sus libros. El gato, el cabello, el perfume. Me gusta y eso me reconforta. 


Le cuento y me desato los borcegos. Me quedo en medias y la miro que cocina en apenas vestido y rodete. Hace frío pero ella cocina así, despojada. Cebolla pluma, unos brócolis; me escucha y toma del vino que recién le serví. Hace algunas preguntas al pasar. En realidad quizás no la conmueve lo que digo, no parece llamarle demasiado la atención. Me molesta esa indiferencia que se marca tanto. Para qué pregunta? Será que ella necesita contarme algo? La observo, sigue en silencio cortando ajíes.

"Y vos? Vos sí tenés una historia compleja? Complicada? Una que no podés borrar?", se la disparo. Es tan evidente que espera eso para contarme de alguien que no puede olvidar; dale, te escucho -pienso.
Se sonríe, con una mezcla melancólica de pena por mi y pena por ella. Amaga un silencio, deja la cuchilla. Toma vino. 
"La historia compleja soy yo. Siempre soy yo la historia complicada de los demás."

No hay comentarios: