Viajo en un simulador.
Simulo calma y paz. Simulo comunes días, momentos corrientes. Simulo ser otra.
Finjo un poco. Miento a veces. Otras, simplemente actúo.
Soy un poco más inteligente, soy más interesante. Soy mejor. Simulo seguridad, autocrítica y mejor estima propia.
Camino por la calle de siempre simulando no oír nada; simulando no mirar para tu lado.
Salgo y simulo divertirme. Todos simulan ser vos.
Mientras nos mentimos un poco más, imagino tu cara. Los ojos, tuyos, mirándome a mi.
En medio del simulacro, te pienso tanto que pierdo el control y el vuelo parece estar por estrellarse contra la realidad. El simulador entra en un pozo de recuerdos y todo se sacude en mi interior. Hay sonrisas tuyas en diversas oportunidades que tenía escondidas, hay tonos de voz que suenan como truenos y la tormenta simulada se hace cada vez más tangible. Parece todo cada vez más real.
Simulo lágrimas pero casi puedo tocarlas. Me acaricio una mejilla y veo, al mismo tiempo, en 3D tu piel y el pelo de una de las últimas veces que conversamos así de cerca como hoy simulo verte.
La banda de sonido de la nave me repite que bang bang y la tarareo confundida.
Simulacro fallando lentamente, alerta, alerta. Las lágrimas mojan mi cuaderno. Estoy saliendo del estado de ensueño, nos vamos a estrellar. Tengo miedo. Otra vez yo, tan real, y vos, tan inalcanzable. Soñada.
Crash.
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