[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


10 octubre 2015

Jorge y Dorita

Se mueren con 4 meses de diferencia porque después de 70 años juntos uno sin el otro ya no sabe ser, y nosotros nos repartimos las cosas. Cada uno se queda con el recuerdo que se quiera quedar.
Entonces me llegan adentro de una caja los frascos de acrílico con tapa naranja; unos que yo misma hace unos días pedí permiso para quedarme. Los frascos donde ellos guardaban la yerba, el azúcar, las express y el nesquick.
De los miles de recuerdos que hay para elegir -vacaciones donde siempre alguno se volvía a Buenos Aires después de pelear y ser echado, ausencias, la rudeza o la distancia, escalopes con puré sentados abajo de los pinos, las pistas de scalextric de la juguetería de la calle Segurola, aceite johnson para broncearse mejor, pulseras haciendo ruido mientras la abuela nos peina con cuidado sin tironear los nudos de arena y sol, el garage con olor a aceite volcado sobre el piso de cemento, el abuelo roncando adentro de la carpa, el cuento de Juancito, ellos besándose cada vez que pueden, piñas contra las puertas en año nuevo, muchas fotos arriba de la cómoda a los pies de la cama grande, los helados en Leblón, el pino frente a la casa de la 305 lleno de luces, la biblioteca, el altillo, los eucaliptos de plaza Devoto, bombones, ir en el baúl a almorzar a la Jirafa, viajar en avión, rechazar las llamadas, atender los reproches, escucharlos enojados, escucharlos olvidarse del enojo, entenderlos un poco, no entenderlos nada, sentirlos extraños, saberme parte suya, no saber más nada... Yo elijo los frascos de tapa naranja.
Uno llega con yerba y podría apostar que el abuelo no tomó ni un mate más sin la abuela, del 4 junio hasta hoy, porque desde los 14 años él se levantaba un rato antes para hacerle el desayuno y juntos tomarlo en la cama.
Y adentro de los frascos que vienen vacíos guardo eso que yo sé que quiero guardar para encontrármelos de vez en cuando con el mate, cuando escuche un tango, cuando me hagan ruido las pulseras, cuando sea que vuelva a ver el mar...

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