[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


07 agosto 2016

Gesté una pequeña tormenta
concebida
una noche cualquiera;
ni siquiera recuerdo bien cuándo,
ni dónde o por qué.
La cuidé con esmero,
paciencia,
hice lo necesario:
dormí mal, casi no me alimenté;
perdí la razón y la fe.
Tantas noches
me agarré con dolor la cabeza,
palpé los nudos (fantasmas),
sentí miedo y angustia.
También me agité.
Yo gesté una tormenta mental
que creció
como crecen las cosas valiosas
si les tienen paciencia,
y alguien les da de comer.
Asumí las molestias,
los cambios;
me creí incapaz de poder
darle vida, entenderla.
Temí no querer aprender.
Sospeché que llegaba
el momento;
el instinto es más fuerte, pensé.
Busqué un refugio lejano,
me contraje, jadeé.
La parí entre gritos y llanto;
la miré y abracé.
Amé a esa tormenta
neonata
que durante cien días gesté.

No hay comentarios: