Llevo despierta horas de días y meses, dormida; en duermevela. Un murmullo de fondo no me deja descansar y algo internamente pide sin gritar pero insistente: estate alerta.
Esta noche un dolor físico me obliga a levantar de madrugada. Confío en que algo tiene para decir entonces me siento en una silla, erguida y pongo música que jamás oí.
De pronto no reconozco algún sonido, instrumento o idioma.
Estoy escuchando música que parece no estar interpretada sino en una lengua primitiva, universal.
Si pretendo descifrarla pierde sentido así que la dejo mostrar todo eso que tiene para mí. Me asusta desear tan intensamente su mensaje y, de antemano, saberlo ya aprendido.
Se parece a recordar un sueño. Primero se siente suave como algodón. El sueño se acerca y uno confía en que el recuerdo como un perro manso vendrá todo, en la medida en la que se lo necesite invocar. Luego aparece un sueño redondo como una luna llena,
completo e iluminado, que pareciese volarse espantado si uno intenta contarlo.
La música repentinamente calla. Entiendo al Universo entero en un instante que fugaz corre frente a mis ojos y distraída olvido nuevamente la lección.
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