Soledad te extraña y se sorprende.
Se despierta un día, no muy lejos del día en que te conoció, pensando en vos. En qué será de tus cosas, qué estarás haciendo e inocente se pregunta si de pronto estarás pensando en ella. Inconciente! Se está metiendo en problemas, lo presiente.
Pasa el día, llega la tarde y distraida seguís ocupando espacio en su mente. Pasa también la semana y la curiosidad se va transformando en firmes deseos de volver a verte. Le sobra el tiempo cuando no te tiene cerca, aunque tenga repleta la agenda de compromisos tangibles.
Suena ilógico, reflexiona e intenta distraerse. Mas el reloj gira loco y como novedades no tiene quiere tenerte.
El deseo se ve aplastado por un querer abrasador. Y volvés y con vos llega todo lo que creía perdido.
Entre Soledad y vos hay tantos supuestos destinos cruzados que ninguno evita mirarse. Se rie tanto que le duelen los pómulos, y sonriente llega y sonriente se va... y cuando se despiden ella comienza a extrañar.
Es así que decide que esto esta mal, pero ya no sabe como sacarte del medio del pecho, donde clavaste un puñal tibio y le hiciste acordar que tenía corazón.
Un descuido y una confesión los deja desnudos, puras palabras de amor. Y como del dicho al hecho no hay ni media cuadra, se besan en una esquina. Soledad tiembla porque del pecho se le escapan los latidos y cree que va a sufrir. Oh, sí, claro que lo hará!
Está presa de un amor que la rescata de sí misma y todas sus miserias. Alguien que la protege, la mima, la cuida, la enamora, la perdona, la halaga, la seduce, la acaricia, la mira, también la quiere, la desea, la extraña, la acompaña, la confunde, la abandona, la rescata, la levanta, la persigue, la alcanza, la espera, la llama y también le corta. Es que ella hoy, como pocas veces en su vida, sólo quiere y ama y extraña y como siempre, llora. Vos no estás siempre, porque como no estas solo, sólo queda Soledad.
Te quiere, pero sabe que no tiene lugar. Te encuentra, te explica, la entendes. Entiende. Se despide y tanto tarda en volver a su casa que se encuentra en tus brazos. En una misma cama luchando desnuda contra el amor. Pues sí sabía que iba a ser peor. Era obvio que amarse para siempre empezaba con sacarse la ropa y seguía con hacer el amor.
Ahora huele tu perfume en cada rincón. Y llora por la noche cuando sola está.
Soledad espera angustiada porque sabe que te vas.
Y reza... porque ya no sabe que esperar...