Que no se siente bien y nada le sale como parece. Que ya no sabe quién es y esto no se lo merece. Es cruel, la vida es cruel y nadie la entiende. Es dura, es complicada y aturde. Dan ganas de gritar hasta sangrar pulmones por la boca.
Es uno de esos días grises y fríos aunque afuera la musculosa haga furor.
Corre hasta la puerta de su casa y se agita.
Y el ascensor?? -qué chiquito que parece, mi Dios! que no se caiga, que no se caiga!
Vamos a jugar un rato- pensó y comenzó a disfrazarse.
Juego a que soy linda -y se puso una pollera; -y a que soy flaca -y se miraba las piernas reflejadas en la ventana del balcón. -A que soy alta, soy puta, soy actriz... Tacos, escote, mucho rouge... -Me miran todos, me sacan fotos, me quieren tocar- y se revuelca en el piso todavía tibio.
-Juguemos a que estoy loca. A que me internan, a que me quiero morir.
Y saca de su bolso las pastillas.
Prepara un mate, un faso, un pucho y galletitas. La mise en place de la muerte. Se pone aros y anillos, se pone linda. Prende el pucho y la música, y por las dudas, la tele.
Y porque le vienen ganas de escribir, la compu.
Y en la licuadora mental las ideas se confunden, no sabe quién es ni qué quiere, a quién extraña o qué perdió. -La conciencia, eso es lo que perdí.
Pita el cigarrillo, el faso, el mate y traga una galletita. Se traga las lágrimas también. Llora porque no quería que todo terminara así, pero ya no sabe como seguir. Y con el rimel desparramado por la cara ya no se siente ni linda ni mucho menos actriz.
-Ya no quiero jugar más, pero a esta altura ya no puede abandonar. Y se abandona. Da miedo. Se sumerge en una nebulosa. Es confuso.
La tele en el piso y la música también, y ella, y los tacos y las pinturas. Y el reflejo en la ventana del balcón de sus piernas flacas. Parece una puta.
-No sé por qué pero me trago con cada mate una pastilla, mis pastillitas. Y se termina el faso, y las pastillas y las galletitas. Y cuándo fue que se sacó la pollera no lo sé pero en la ventana me veo en bolas, piel y hueso, y veo de a poquito todo lo que no fue.
Sale al balcón, más bien gordita, tiende camisas. Salen los gatos que corren y mastican plantas. Sale con amigas, entra. Se ve pintando las paredes. Se ve la luz a la madrugada. Se ven valijas, un ramo y el tocado.
Y las ventanas de achican y se la ve comiendo en familia, se ven velitas.
Y grita porque le duele. Y viaja en taxi sosteniéndose los pedacitos de hijo que se escapan.
Y frente a la computadora llora, -borracho dictador! grita y le da miedo.
Y una lucecita se apaga y en la ventana me veo despeinada y en camisa, durmiéndose para siempre. Latiéndome fuerte el corazón, sabiendo que cualquiera de estos latidos podría haber sido el último.
Y ronca. Espera que alguien la salve, pero la salve de verdad. La agarre fuerte del brazo y le diga: vení para acá y dejate de jugar, éste es el camino.
Se duerme. Y empieza la pesadilla.
Corre hasta la puerta de su casa y se agita.
Y el ascensor?? -qué chiquito que parece, mi Dios! que no se caiga, que no se caiga!
Vamos a jugar un rato- pensó y comenzó a disfrazarse.
Juego a que soy linda -y se puso una pollera; -y a que soy flaca -y se miraba las piernas reflejadas en la ventana del balcón. -A que soy alta, soy puta, soy actriz... Tacos, escote, mucho rouge... -Me miran todos, me sacan fotos, me quieren tocar- y se revuelca en el piso todavía tibio.
-Juguemos a que estoy loca. A que me internan, a que me quiero morir.
Y saca de su bolso las pastillas.
Prepara un mate, un faso, un pucho y galletitas. La mise en place de la muerte. Se pone aros y anillos, se pone linda. Prende el pucho y la música, y por las dudas, la tele.
Y porque le vienen ganas de escribir, la compu.
Y en la licuadora mental las ideas se confunden, no sabe quién es ni qué quiere, a quién extraña o qué perdió. -La conciencia, eso es lo que perdí.
Pita el cigarrillo, el faso, el mate y traga una galletita. Se traga las lágrimas también. Llora porque no quería que todo terminara así, pero ya no sabe como seguir. Y con el rimel desparramado por la cara ya no se siente ni linda ni mucho menos actriz.
-Ya no quiero jugar más, pero a esta altura ya no puede abandonar. Y se abandona. Da miedo. Se sumerge en una nebulosa. Es confuso.
La tele en el piso y la música también, y ella, y los tacos y las pinturas. Y el reflejo en la ventana del balcón de sus piernas flacas. Parece una puta.
-No sé por qué pero me trago con cada mate una pastilla, mis pastillitas. Y se termina el faso, y las pastillas y las galletitas. Y cuándo fue que se sacó la pollera no lo sé pero en la ventana me veo en bolas, piel y hueso, y veo de a poquito todo lo que no fue.
Sale al balcón, más bien gordita, tiende camisas. Salen los gatos que corren y mastican plantas. Sale con amigas, entra. Se ve pintando las paredes. Se ve la luz a la madrugada. Se ven valijas, un ramo y el tocado.
Y las ventanas de achican y se la ve comiendo en familia, se ven velitas.
Y grita porque le duele. Y viaja en taxi sosteniéndose los pedacitos de hijo que se escapan.
Y frente a la computadora llora, -borracho dictador! grita y le da miedo.
Y una lucecita se apaga y en la ventana me veo despeinada y en camisa, durmiéndose para siempre. Latiéndome fuerte el corazón, sabiendo que cualquiera de estos latidos podría haber sido el último.
Y ronca. Espera que alguien la salve, pero la salve de verdad. La agarre fuerte del brazo y le diga: vení para acá y dejate de jugar, éste es el camino.
Se duerme. Y empieza la pesadilla.
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