Cuándo te volviste así? Aburriéndote de la vida, sentado en ese sillón toda la tarde mirando torneos de poker o escupidas olímpicas por IESPIEN. Cuándo se te fueron las ganas? Ya no salís, no te cambiás, no te peinás, no atendés el teléfono. No respirás, o no te escucho. Ya no reís, eso es lo triste: no te reís más. Hay sol? Hay nubes? Llueve? Nieva? Llegó el fin del mundo? Nada te alivia. Y, eventualmente, comés, vas al baño, te vas a cagar. Cuándo dejaste de latir? Te reviven los músculos faciales sólo a la hora de dormir. Ahí te veo, pestaneás, movés la boca, rechinás los dientes y roncás. Te duele? Te puedo ayudar? No parece, si yo te miro y vos bufás! Y cuándo te volviste así? Mecánico de tus movimientos, le das de comer al perro, lo sacás a dar la vuelta manzana, te hacés un café, te bañas en 16 minutos. Y no se me despeina ni uno sólo paso, no se me escapan tus pisadas. Si lo hacés todo, todo eso, justo y medido; esperado. Un reloj, me alteran tus tic-taques. Yo creí, me hiciste creer. Eras feliz, eras capaz, eras vos. No sé, desconfío. No sé si es mi percepción. Si me desdoblo y me proyecto en vos. Años mirándote, como si mi mirada te fuese a levantar. Queriéndo hacer telekinesis con mis ganas y tu desazón. Me aburro con tu cara pero me aburro mucho más con la mía. Y cuándo nos dejamos de querer tanto como para no desearnos, al menos, un final? Me confunde lo suficiente tu esquiva actitud como para querer rendirme y, a la vez, rendirme. Te quiero dejar porque de verdad te amo y, porque no sé si de verdad te amo: te quiero dejar.
[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]
10 septiembre 2010
Paranoids.
Pasar por ahí, mirar sin mirar. Hablar sin decir, para escuchar sin ser oído. La música es a propósito, no disimules! No importa, si total no voy a preguntártelo. Lo sé, lo siento, es claro. Es un mensaje subliminal. Me ves, cuando yo no te miro, y notás que hierve el agua en mis venas. Te debe gustar, no sé. Sé que pasas por acá sin mirar y decís sin decir para oír sin ser escuchado. Y que mi música, sabés, también es un mensaje. Si te hierve a vos también, lo sé y vos sabés que yo sé. Sé que debés hasta concer mis esquinas, que sabés de mi todo lo que yo siempre quise ocultar, lo que ni yo querría saber de mi. Sé que sabés, sé que querés que me entere. Sé que "todo bien", sé que "nada raro". Sé que dije lo mismo. Sé. Yo sé. Se nota. Y te viene bien, querés excusas nuevas. Y yo también, yo me doy cuenta. Nadie lo ve. Lo veo yo, porque yo lo recibo claro de tu mensaje. Lo veo yo que también lo digo cuando no veo lo que miro o viceversa. Yo te conozco, tanto que conozco lo que no quisieras ni vos saber de vos mismo. Sé que hay que seguir, como se pueda. Que cuando yo digo algo, vos entendés otra cosa. Y yo siempre digo lo indicado para que vos entiendas lo correcto, para no dejar de hacer siempre lo contrario. Lo contrario a lo que parece, a lo que debería, a lo que decís que quisieras cuando decís lo indicado para que yo entienda lo correcto. Yo sé, no ves? Que cuando vuelva a tenerte rondando, mirando sin mirar, oyéndote oír sin escuchar, voy a saber que entendiste esto. Que me enfermás, entendés? Me enfermás desde tu tumba, mierda. Y me asomo, recurrente, a escupirte la cara para que entiendas de ese gesto lo correcto. Y no te encuentro, desapareciste. Y de eso, yo sólo entiendo lo indicado.
II: simbiosis del amor eterno
Una mano sobre el hombro. Crece un mundo y la rodea, la abraza. Fuerte. Con fuerza disipa los temores que trae la noche. Sumergiéndose en su cuello cede y entrega el dolor a cambio de caricias. Ella llora y él la entiende. Contenida. Comprensivo. Lógicamente se aman. Apasionados.
Una mano en la cintura y duerme el mundo. Ella se duerme, él la sostiene de la mano para que no se pierda en pesadillas. La cuida. Luego vuelve a abrazarla y la acompaña en el viaje onírico. Por la mañana la regresa hasta la cama, la despierta.
La lleva cada día desde la sombra hasta la cima más luminosa de su alma. Ella agradece internamente y le devuelve una sonrisa abierta de par en par.
Una mano sobre la panza. Ya no le duele más nada. Y viajan juntos e inventan historias y cuentan cuentos y levantan polvo al caminar. Una mano sobre la otra, como dos viejos. Ya es futuro y estan sentados frente al mar... y allá lejos queda la angustia y el sufrimiento.
No habrán sido parche, son complemento, condimento.
Un atardecer se la lleva el viento, la deja sin aliento, él desespera tres segundos y comprende, el tiempo es tiempo, anda corriendo y ha tropezado sobre su corazón. Entonces como antaño, se acuesta a su lado, toma su mano, se hunde en su cuello, le devuelve lágrimas pasadas, le grita que la ama, así viejita y arrugada. Cierra los ojos mas no sueña, se guarda el aire y corre tras ella.
La encuentra sentada en un banco de una plaza, hermosa y jóven como quién sabe cuántos años atrás. Se sienta a su lado y le pregunta: aún me recuerdas? Soy aquél a quién siempre le has confiado la noche para poder descansar.
Ella sonrie, se acomoda sensualmente la cabellera rejuvenecida y sus dientes brillan con el resplandor: lo sé, vine buscando un cómodo asiento para compartirte mi eternidad.
(y una mano sobre otra, siempre que los sueño, los veo conversar)
01 septiembre 2010
vencedores, vencidos.
Cuánto te apuesto?
Te sigo teniendo clavada
Te sigo teniendo clavada
en el medio del pecho
o en las yemas de mis dedos,
como si fueses una espina
o quizás como una espada...
Te repito: te lo apuesto, pasan los años y todos crecemos... y yo sigo juntando pus en la herida, engangrenándome el alma. Que las batallas inconclusas lastiman, no tanto por los ataques y ofensas recibidos, sino por la vacante del vencedor que no proclaman.
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