No sabe mentir, no sabe callar. No sabe decir, no sabe esquivar.
Y su mirada te quema cuando te dice que igual te ama pero no te desea.
Sentís sus manos, ásperas de obligación, contrarias en tiempo y forma a lo que alguna vez sucedió.
Ya no dice que estás hermosa, no dice más que lo calentás, en cambio te abraza amable mientras vos desesperás.
No sabe ocultar, tampoco fingir. No quiere hablar ni tampoco escribir.
Y te vas consumiendo en deseos porque él lo es todo, porque es hermoso aunque sea feo.
Soñás sus labios, sus piernas y sus fluídos. Gemís muda, a solas, para no despertalo si está dormido.
Y cada jueves se junta a comer pizza con sus amigos para decir que coge poco porque a vos te duele la cabeza seguido.
3 comentarios:
Muchas veces me pregunto si a ellos no les pesa el mandato cultural de tener que poder y querer siempre.
Nos pesa, querida... nos pesa.
no es tanto eso creo yo, lo que pasa es que nos morimos y no sentimos.
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