Yo tenía unas manos. Unas manos de dedos raros y uñas pequeñas, ásperas y vacías.
Yo, en esas manos, sostenía dolores y miedos y fantasmas y pastillas. En aquellas manos, envejecidas, había callos de tanta tierra y tanta amargura sostenida.
Tenía ojos oscuros; los tengo todavía. Ojos abiertos, cansados; enmarcados en pestañas postizas. Y con mis ojos, hinchados de tanto llanto y tanta trasnoche agria, miraba pasar la vida ajena y no encontraba la mía.
Yo tenía un vientre y, de ese vientre, una hija. Pequeña, inteligente, bellísima. Y con mi hija pequeña, desoladas, esperábamos formar una familia.
Llegaste vos, con tus perras y todas tus mochilas. Con tu pasado, tu historia, y algunas pesadillas. Y juntos a vos, y tus perras, elegí vivir mi vida.
Yo tenía manos, vacías. Y ojos oscuros, hinchados. Y una hija.
Y con tus cosas, y las mías, le dimos sentido a los días.
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:)
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