A veces hago esto: le pongo tu nombre a las cosas. Así mi gato, la mesa, mi computadora o la heladera se llaman como vos. Yo los llamo como a vos.
Entonces, converso. Les pregunto "qué tal va todo?" o "qué estás leyendo estos días?".
Es mi manera de combatir tanta ausencia; mi desesperado intento por no extrañarte.
Luego les consulto "cuándo venís? Cuándo nos vemos?".
Malditos, nunca me responden.
[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]
26 septiembre 2015
17 septiembre 2015
bestiamiga
primero,
como a casi todo,
le tenés miedo;
uno de esos miedos inexplicables
infantiles y gigantes
y huís
despavorida
evitás
quedar cara a cara con ella
intentás
llenar el tiempo
vaciar el tiempo
matar el tiempo
quemarlo.
más tarde
te resulta
menos fatal y
un poco más indiferente
va haciéndose mansita
la bestia, calma
se aplaca el temor
ya no hace tanta falta
pensar en cuándo
ni en cuánto
o cómo pasará
el tiempo
tic
tac
tic
tac
tic simplemente, tac
transcurre
vos despertás
abrís un ojo, el otro,
la boca y el bostezo
también los brazos
-me desperezo-
y te estirás
como se estira el tiempo
sin preguntarte tanto
cuándo cuánto cómo
tanteas la almohada y girás
para el otro lado
o para el otro... y seguís.
Un día;
probablemente sea la noche
de un día
larguísimo y agotador
cansada
te sientes a comer alguna porción fría
tomando agua directo desde el pico
secándote la boca con la mano
con los pies sobre una silla
-me desperezo-
y el tiempo haya pasado
pesado
pisado
haya pasado mucho
lleno de cosas
arremolinando los meses
volándote algún que otro plan
y los miedos, fundamentalmente,
y se haya hecho, no sólo mansa
ni simplemente calma
y acá te veas, irreconocible
agradecida de habernos conocido
nueva mejor amiga
la soledad.
como a casi todo,
le tenés miedo;
uno de esos miedos inexplicables
infantiles y gigantes
y huís
despavorida
evitás
quedar cara a cara con ella
intentás
llenar el tiempo
vaciar el tiempo
matar el tiempo
quemarlo.
más tarde
te resulta
menos fatal y
un poco más indiferente
va haciéndose mansita
la bestia, calma
se aplaca el temor
ya no hace tanta falta
pensar en cuándo
ni en cuánto
o cómo pasará
el tiempo
tic
tac
tic
tac
tic simplemente, tac
transcurre
vos despertás
abrís un ojo, el otro,
la boca y el bostezo
también los brazos
-me desperezo-
y te estirás
como se estira el tiempo
sin preguntarte tanto
cuándo cuánto cómo
tanteas la almohada y girás
para el otro lado
o para el otro... y seguís.
Un día;
probablemente sea la noche
de un día
larguísimo y agotador
cansada
te sientes a comer alguna porción fría
tomando agua directo desde el pico
secándote la boca con la mano
con los pies sobre una silla
-me desperezo-
y el tiempo haya pasado
pesado
pisado
haya pasado mucho
lleno de cosas
arremolinando los meses
volándote algún que otro plan
y los miedos, fundamentalmente,
y se haya hecho, no sólo mansa
ni simplemente calma
y acá te veas, irreconocible
agradecida de habernos conocido
nueva mejor amiga
la soledad.
16 septiembre 2015
pedaleando
Como no podés ir revisando facebook, pensás. Es que en bicicleta no tenés alternativa. No podés leer, ni revisar instagram. No vas durmiendo, vas pedaleando. El viento contra la cara te mantiene despabilado, alerta. Entonces vas pensando. Si yo tuviese la chance, aprovecharía para ir mentalmente haciendo la lista del super pero no tengo escapatoria. En bicicleta voy pensando en todo lo que trato de olvidar cuando abuso de las redes sociales o lo que se desdibuja bastante mientras duermo. Sobre la bici la realidad me pasa finito y a las chapas y voy sola e impulsada por mi misma. Y pienso. No hay un ida y vuelta, es todo retórico. Me regresan las preguntas, como un eco, haciéndose respuesta. Pienso, cuando freno en la esquina de casa: lo más peligroso de andar en bicicleta no es el bondi amenazante cerrándote el paso; lo peligroso de la bici es encarar lo que pensás.
09 septiembre 2015
Off
Lo llamo porque siendo las tres de la mañana yo ya estoy dada vuelta. Venimos tomando vino desde antes de cenar y a esta hora la sobremesa es un diálogo traído de los pelos. Algunos empiezan a desaparecer y pienso que volver a casa sola no quiero. Llamo y corto, ese es nuestro código. Él ya sabe que llamo para coger. Entonces me manda un mensaje chicloso, corto pero cargado de calentura: solita?
Leo y me causa cierto rechazo. Porque no me encanta, casi diría que no lo banco, pero coger nos sale bien y solita hoy me siento débil. Mejor mal acompañada, creo.
Le digo que ya salgo para allá, que nos encontramos en la puerta y todo ok. Nos vemos en 20 minutos. Sube el calor una vez puesto el timer. Agarro mis cosas, pido un taxi. Vamos a empezar a manosearnos en el pasillo, seguro. Subo al taxi, faltan 10 minutos. Tengo puesto un vestido, probablemente ni me lo saque. Casi llego, le aviso. Faltan dos minutos. Ya estoy caliente.
Bajo del taxi y ahí está parado. Tiene cara de haber tomado más que yo.
Bajo del taxi y ahí está parado. Tiene cara de haber tomado más que yo.
Cogemos contra la mesada. Me tiene agarrada de las tetas y me la está dando tan fuerte que me golpea la cadera contra el mármol; mañana voy a tener moretones por todos lados. Jadeo como el perro cuando viaja en auto; me chupa un huevo la ventana abierta y los vecinos que nos puedan oír. Me chupa el cuello. Está callado o quizás, simplemente, no lo escucho porque no le presto demasiada atención. Estoy caliente y respiro por la boca, hago ruido. También le digo que sí, sí, así y que dale, voy a acabar. Voy a acabar. Vivo esa inmensa sensación llegando y de a poco me entrego. Ah, sí, más adentro. Empiezo a pensar en vos, creí haberte olvidado. Veo tus rulos. Pienso en la risa ronca y gruesa. Voy a acabar, dale, dale, le repito. Respiro con toda la boca abierta, desencajada. Me sigue cogiendo tan a lo bestia que ahora me tiene del pelo, mi mejilla toca la mesada fría; una mano suya sobre el cuello me retiene ahí. Parece una toma de algún tipo de lucha pero no, esto es coger. Viene subiéndome por las piernas el cosquilleo del orgasmo y cierro los ojos. Más adentro, los recuerdos. Los lentes que, mientras todos charlaban de cine, yo usaba de excusa para mirarte a los ojos después de muchos meses de timidez. Ah, sí, dale. Insisto. Sigo pensando en vos, aunque creí haberte olvidado. El color de short que tenías la tarde que viniste a hablarme de tu ex, la facultad, el auto. El olor a desodorante recién puesto cuando entrabas a la mañana en casa. Me acuerdo del frío que hacía la última vez que te vi y vos en pijama en la vereda, descalza, llorabas. Estoy llorando y también acabando. Lanzo un aullido gutural. Tengo puesto en silencio el volumen del tipo que se me acuesta sobre la espalda y en mi mente todo tiene el sonido de tu voz.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)