[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


22 agosto 2009

Medio vaso lleno.

Se termina la botella y a esta altura creo que beber me ha despojado de tantos miedos que tengo que hablarte. Y como no te encuentro, lo hago al aire. Guitarras rasgan mis vestiduras y taconeos baten mi pecho con furia.
Sé que esto está complicado, lo sé, no soy tarado. Sé que si quieres te esfumas como llegaste y desapareces dejando sólo espuma. También que no es eso lo que quieres pues cada noche te siento venir hacia mi. Sí, hacia mi vienes. Esos son los momentos en los que apoyamos de a poco sobre el barro los cimientos y construimos lentamente algo tan nuestro. 
Esto es tan reciente que de un soplo el lobo podría volarnos los sueños; yo ya lo he vivido, quedar sin nada en medio del desierto. Mas no puedo imaginar otra cosa que conquistar tus puertos, anclar, y bajar en tus bares a enamorarme de tu pueblo.
Podemos ignorarnos por el resto de los años y olvidar que despertamos al mirarnos. No arriesgarnos a hacernos daño. Podemos esquivar los corazones, olvidar que respiramos al hablarnos, y sostener dos o tres prudentes razones.
Seguramente huyas, mujer, escapando de la aventura. Y yo, varón, sólo pienso en tu cintura. Quedaría atrapado en tus encantos, como marinero atado al mastil por no enloquecer con tu canto.
Bebo lo que queda en mi vaso, medio vacío y medio lleno, y ruego que me trague el hastío antes de con tan poco sentirme pleno.

19 agosto 2009

Evil

Le devuelve una mirada cargada de dolor, cierra la puerta dejando atrás años de padecimiento. Abandona miles de pertenencias a cambio de llevarse recuerdos, unos pocos en una valija de cuero ajado y decolorado, en su mayoría tristes y nefastos. Mucha mediocridad en un bolsillo, las llaves del doce medio picado y una lata de Palermo para el viaje a ningún lado.
Al salir del edificio tantea en el pantalón hasta reencontrarse con los parisienne medio húmedos del chaparrón de la tarde. Cuesta pero con la derecha logra prender uno y tira la valijita en el asiento de atrás.
Tres veces se le apaga el auto. Toca el tablero desarmado, le pone onda. Solo ruega que no se ahogue y cuando enciende, calienta mientras se toma la birra medio caliente.
Ya el cansancio le brota por el cuero cabelludo. Y chorrea lamentos. -No daba para más, masculla. -No, claro; se reconforta. -Con qué poco me conformo! mendiga.
Pone primera, segunda... estira hasta que se pone en verde. Tercera. Tose. El auto tose y tironea. Y punto muerto. Ni sabe por qué frena. Está desierto el pueblo a esta hora. Últimamente el pueblo parece fantasma. Ella parece un fantasma. Tan flaca, tan dolorida. Golpeada también. 
Se saca el cangurito, se suelta el pelo. Tira el auto sobre la costanera. Y pone los pies sobre el asiento.
Medio caldo se ve el agua. Parece sopa de verdura. Le da asco pensar en eso y deja de mirar. Pero le da más ganas de vomitar el pensar en la noche de anoche. Dejándose tocar, abrazar, acariciar, manosear, fajar. Se dejaba. Siempre se dejaba porque era más fácil que resistir. Y ahora que quería ser fuerte estaba sobre el auto despintado vomitando sopa de verdura por los ojos que le goteaba sobre las rodillas apretadas contra las costillas.
Se toma un papel, desprolijo contra el tablero poroso que se toma su porcentaje correspondiente. Y sin zapatillas camina sobre el polvo arenoso hasta el borde de la olla. De entre la mediocridad que guarda en el bolsillo izquierdo rescata cinco o seis pastillas y se sienta al filo de la costa. Más bien se arrodilla, con la boca llena de mediocridad y reynol, y se toma un buen sorbo de agua caliente y lleno de microsistemas.
Medio rato después se le caen los mocos mientras tiembla con los pies embarrados. Y un poco de baba blanquecina le dibuja una sonrisa tragicómica sobre los labios finitos y resecos.
Estaba cansada de ser siempre la víctima de su propio cuento. Ella quería ser la mala. Y nunca le salía.

puro humo

hablo con el reflejo
le sonrío al espejo
me contestan ecos
y se ríen las sombras

desde lejos viene un rumor
y toca la puerta el viento
no está en mi imaginación
es lo que yo siento

(al final estaba sola... rodeada de sombras... acariciando vapor...)

12 agosto 2009

Erotica VI

Ardo.
Te veo, puro fuego. No me importa qué decís ni que contás.
Ni los problemas, las verdades ni las más sólidas tristezas.
Sacudime.
Hagamos ruido, barullo, bochinche. 
Que nos sancionen, amonesten, que nos arresten, echen. Que acaben con nosotros. Acabemos.
Tengamos guerra, armemos estrategias, invadime, dejate convencer.
Me inspirás, sabelo.
Remontemos el bache, salgamos del barro.
Disfrazate de lo que sea, desvestime.
O con la ropa puesta haceme lo que quieras con palabras.
Hagamos lío, rompamos todo, te rompo el alma.
Prendamos fuego, derretime con la mirada.
Comeme, tomame, no me tragues.
Rendite a mis pies, subí por mis piernas...
No me hagas hablar, voy a gritarte todo, nada quiero callar...
dejemos los susurros para otro momento
Seamos animales, reptemos, volemos, corramos, nademos.
Extinguime, reproducime, evolucioname.
Todo esto puede quedar acá, para el recuerdo.
En la imaginación caliente.
O podemos concretarlo, realizarlo, materializarlo, definirlo.
Hagamos un trato, 
no lo pensemos
que pase...
mientras tanto:
me quemo, combustiono, estallo, me prendo...
Ardo

quiromancia

No te miro y, si no te miro, no existís.
Camino, camino, me siento, me paro, me voy, duermo y vuelvo. Y no existís.
Parpadeo, me tropiezo. Entonces levanto la vista y ahí estás. Pareces estar sonriendo, pero me esquivaste a último momento y no recuerdo si tenés ojos marrones o verde oscuro.  La sonrisa se hizo hueca y la carcajada sorda retumba en mi mente. Vuelvo a parpadear, me siento, hablo por teléfono. Estás, no existías. Ahora parpadeas.
Corto, te miro, no me ves. Parecía que me mirabas. No entendí si de nuevo te reías. Me miraste?
Camino, voy, vuelvo. Pero no puedo descifrar si son marrones. Ah, qué buen pelo.
No me acuerdo cómo te llamás. Me lo habían dicho pero no me acuerdo y ahora no da preguntar. Además si pregunto, me van a preguntar.
No te miro, nunca más. Si no te miro vas a dejar de existir. Como casi todo lo que uno desea con fuerza, esto tampoco se cumple.
Y ahora qué hago? No puedo evitar mirarte de reojo cada vez que, de reojo, veo que no me mirás. En realidad no podría afirmar que me hayas estado mirando. Me miraste?
Me miraste cuando me hiciste tropezar. Y sonreíste. Era hermosa tu sonrisa. No sé porque no puedo dejar de imaginarme que me volvés a sonreír y yo descubro finalmente que verde oscuro no era y que tenés una sonrisa que encandila.
Me paro, como, vuelvo. Entonces hago silencio porque hablás y quiero escucharte aunque a mi no me dirijas la palabra.
Qué torpeza haberme tropezado. Y yo que quería disfrutar de mi ceguera, no verte, no dejarte sonreír.
Ahora no duermo pensando en el color de tus ojos, en morir en tu sonrisa.
Ay, moviste las manos, te corriste el pelo y el dolor de tus ojos, digo, el color de tus manos, ntch... el color de tus ojos es marrón, pero en tus manos algo me dice que otra vez voy a sufrir. Voy a volver a sufrir, en tus manos.

03 agosto 2009

mendigo

Vos sabés. Si lo pensás mejor me encontrás.
Hace seis años que me senté acá y no me moví. Ya llegará el día en que te acuerdes lo que alguna vez hablamos y vas a venir a buscarme.
Vas a llegar corriendo, descalza, en pijama. Me vas a haber soñado, como siempre que te busco y no sé cómo llamarte. Me escabullo entre tus oníricos paisajes para con un chasquido invisible y un gesto sordo hacerte venir a mi.
Pero esta vez vas  a llegar para nunca más irte. Será ese día que alcancemos la predicción de lo perfecto.
Mientras tanto aquí me quedo. Tirado en esta esquina, barbudo y oloroso, pidiendo monedas mientras tomo de mi vino de cartón.