Encuentro preocupante el encuentro.
Me empiezo a descubrir obsesionado, apasionado por demás. No encuentro manera de visualizar una mujer, sino a través del cristal de la atracción. No importa ni su edad, ni sus cabellos, los ojos o la piel. Al verlas, o escucharlas, sólo puedo analizar si es que con ellas tendría ricos besos, buenas charlas bajo la luna, simpatía en la cama, hijos, nietos, una casa frente al mar.
Es entonces, cuando las conozco, que las ubico imaginariamente en mi casa, las siento a mi mesa, les doy las llaves de mi auto, las sumerjo en mi bañera, les presto mi remera para dormir, las abrazo, las huelo, las despeino, las desnudo. No, no es sólo eso; no es que me las quiera coger, no. Yo lo que quiero es enamorarme, de todas. Cada una, irreal por desconocida, me ofrece un panorama exquisito de risas y ternura. A veces, a pocas, las imagino violentas, locas, reviradas; son esas minas que en el brillo de la mirada ofrecen algo complicado, retorcido. Con esas planifico noches ardientes, viajes larguísimos, un casamiento en la India, y abrupto final.
No puedo focalizar bien, calculo que ese es el problema. Pues no distingo entre una y otra, todas se entremezclan para dar paso a una única y gran mujer, cual mamushka, que contiene todas las características que yo mismo he diseñado para las individuales. Entonces con algunas pocas, logro avanzar sobre una relación que, por lo general y lógico, no se asemeja a mis fantasías.
En ese momento, un poco desilusionado y otro poco borracho, las diseco, las visto y las siento en la repisa del olvido.
Me preocupa el encuentro, esta chica se perfila como la mejor. Pero no tengo más espacio en las repisas, qué hago con las demás?