[todo lo que tengo se lo he pedido prestado a mi imaginación]


04 agosto 2008

VIII: cuando el amor no muere

Seguía guardando papeles, para revisarlos cada tanto y traerla a su lado. La tenía hecha un montoncito de recuerdos. Ella era un perfume, que entre la multitud lo llamaba a espiar. Era también un anillo, una carta, dos cds, dos fotos, muchos archivos en la pc, dos blogs, un dibujo.
Ella era unos meses en su vida y a veces lo parecía todo. Quería olvidarla, sentía que ella lo había olvidado a él.
Él era una noche entera, una canción, muchas caricias, un par de cenas. Era el Señor que no se nombraba, el que era prohibido desear.
Ella lo guardaba bajo llave, pero jamás se desprendía de los recuerdos a pesar de creer que él la había olvidado.
Ellos tenían toda una serie de cuentos de amor escritos por ella, aunque parecieran otra cosa. Ellos tenían una calle, una cita pendiente y mil besos contenidos.
No se olvidaban, a pesar de creer que sí. A pesar de la distancia, seguían unidos. Y los papelitos en el cajón.

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