Juan:
Esta es la tercera carta que te escribo, y como las otras dos, está jamás llegará a tus manos.
Me dicen que estás en la Capital pero no me dicen cómo, ni dónde exactamente.
Tuvimos una hija hermosa, se parece a vos. Pero de eso tampoco te vas a enterar. Te fuiste antes de que Pili naciera.
Dieguito te extraña tanto o más que yo. No entiende por qué nunca volviste de las minas. El otro día me preguntó si te habían matado, no pude contener las lagrimas. ¿TE MATARON? Juan, te necesito. Qué le respondo a mis hijos, cómo los tranquilizo si yo no estoy tranquila?
Las cosas siguen como siempre. Comemos poco, trabajamos mucho. Nos duele el cuerpo y ya nadie se queja. Si estuvieses acá para darme fuerzas. Solías decirme que “esto se acabará”. Nadie como vos para hacerme creer que todavía quedan revolucionarios, que todavía hay esperanzas.
Dieguito llora, soñó algo feo. No sé que será pero realmente está angustiado.
Yo, todas las noches, sueño que te vas, que me das un beso en la frente (igual que el último beso que me diste) y me pedís que no te extrañe, que en unas horas volverás. Y yo en mis sueños TE CREO. Juan, yo te creo, y todavía pienso que estás vivo. Nadie te mató. Porque aunque me dijeran que caíste preso y fuiste muerto en alguna revolución, seguiría pensando que dentro mío, por lo menos, estás vivo.
No entiendo por qué no me dicen nada sobre vos. No entiendo esa necesidad de tenernos siempre al borde de la locura. Te juro que si no fuera por Diego y Pilar, yo ya me hubiese vuelto loca. Sólo por ellos sigo en pie, pese al dolor de tu ausencia, pese a la bronca que me produce esta vida miserable que llevamos todos.
No puedo seguir escribiendo. Me duelen los hombros de tanto picar y no quiero que los chicos me vean llorar.
Te amo. Siempre lo hice y ahora más que nunca.
Leticia.
Guardo tus libros, tus cartas, tu música;
Guardo un anillo, un pullover y un cinto;
Guardo tu pico y tu vaso de vino;
Te guardo en mi cuerpo y te guardo en mis hijos.
Y uso tu anillo,
Y bebo tu vaso de vino.
Mas nada te trae conmigo.
Me faltas y ya no me sirve tu cinto,
me faltas
Esta es la tercera carta que te escribo, y como las otras dos, está jamás llegará a tus manos.
Me dicen que estás en la Capital pero no me dicen cómo, ni dónde exactamente.
Tuvimos una hija hermosa, se parece a vos. Pero de eso tampoco te vas a enterar. Te fuiste antes de que Pili naciera.
Dieguito te extraña tanto o más que yo. No entiende por qué nunca volviste de las minas. El otro día me preguntó si te habían matado, no pude contener las lagrimas. ¿TE MATARON? Juan, te necesito. Qué le respondo a mis hijos, cómo los tranquilizo si yo no estoy tranquila?
Las cosas siguen como siempre. Comemos poco, trabajamos mucho. Nos duele el cuerpo y ya nadie se queja. Si estuvieses acá para darme fuerzas. Solías decirme que “esto se acabará”. Nadie como vos para hacerme creer que todavía quedan revolucionarios, que todavía hay esperanzas.
Dieguito llora, soñó algo feo. No sé que será pero realmente está angustiado.
Yo, todas las noches, sueño que te vas, que me das un beso en la frente (igual que el último beso que me diste) y me pedís que no te extrañe, que en unas horas volverás. Y yo en mis sueños TE CREO. Juan, yo te creo, y todavía pienso que estás vivo. Nadie te mató. Porque aunque me dijeran que caíste preso y fuiste muerto en alguna revolución, seguiría pensando que dentro mío, por lo menos, estás vivo.
No entiendo por qué no me dicen nada sobre vos. No entiendo esa necesidad de tenernos siempre al borde de la locura. Te juro que si no fuera por Diego y Pilar, yo ya me hubiese vuelto loca. Sólo por ellos sigo en pie, pese al dolor de tu ausencia, pese a la bronca que me produce esta vida miserable que llevamos todos.
No puedo seguir escribiendo. Me duelen los hombros de tanto picar y no quiero que los chicos me vean llorar.
Te amo. Siempre lo hice y ahora más que nunca.
Leticia.
Guardo tus libros, tus cartas, tu música;
Guardo un anillo, un pullover y un cinto;
Guardo tu pico y tu vaso de vino;
Te guardo en mi cuerpo y te guardo en mis hijos.
Y uso tu anillo,
Y bebo tu vaso de vino.
Mas nada te trae conmigo.
Me faltas y ya no me sirve tu cinto,
me faltas
y tu pullover no abriga,
y ya no me sirve tu pico.
Y leo tus libros, tus cartas
Y escucho tu música y abrazo a tus hijos.
Mas nada te trae conmigo.
y ya no me sirve tu pico.
Y leo tus libros, tus cartas
Y escucho tu música y abrazo a tus hijos.
Mas nada te trae conmigo.
Me faltas,
me falta tu pulso, tu aliento,
Me faltas, y siento que yo sin ti ya no vivo.
Mas nada te trae conmigo.
Me faltas, y siento que yo sin ti ya no vivo.
Mas nada te trae conmigo.